29 enero 2010

Ella


Ella

Ella era como cualquier otra, tenía 2 piernas y 2 brazos, las primeras más largas que los últimos y los últimos más agraciados que las primeras. Sus manos eran delicadas y sutiles, sus pies ágiles y ligeros. Su rostro era hermoso en su simpleza, simpleza que resaltaba aquellos ojos de tonos como uno de esos colores ambarinos de los que se tiñe el cielo cuando atardece.

Su cuerpo no tenía nada de especial. Su figura se curveaba alrededor de su cintura y sus caderas a medida que el vestido que colgaba de sus hombros cubría con su pudorosa y desgastada tela lo que podía de su piel morena, llegando con orgullo hasta poco más arriba de sus rodillas llenas de cicatrices.

Como dije, ella era como cualquier otra: normal. Frágil, llena de pensamientos inocentes y de temores, alegre, sentimental… Ella era una soñadora atrapada en un mundo de decepciones demasiado reales con forma de pesadillas.

Sin embargo; a ella le gustaba bailar… y cuando bailaba ella era única, ella era especial…

Sin importar donde estuviese, ella no necesitaba melodía más preciosa que las armonías que cantaban las voces del silencio y el viento. Bajo la dirección de sus respiraciones, la música de fondo estaba conformada por los sonidos que la tela de su vestido producía al templarse en el aire gracias a la inercia de sus movimientos, mientras que el peso de sus pies al entrar en contacto con el suelo le daban un toque de percusión a la obra.

Sin pensarlo mucho y guiada por sus sentimientos, ella levantaba sus brazos buscando acariciar el cielo con sus dedos y estirando su pierna izquierda comenzaba una intrincada serie de movimientos, algunos sencillos otros no tanto, que dibujaban en un lienzo invisible todo tipo de figuras con cada parte de su cuerpo.

En compañía del viento ella bailaba… y ella bailaba su alegría, su tristeza y su sufrimiento. Con cada paso que daba ella caminaba sobre el agua y con cada salto ella volaba sobre las nubes. Libre de sus pensamientos. Ajena al tiempo.

Ella necesitaba tantas cosas y ninguna a la vez, pero en su coreografía improvisada y llena de movimientos tan fluidos como el agua, ella era siempre feliz, feliz en un mundo lleno de luz donde la oscuridad que amenazaba con asomarse en él desaparecía con facilidad al ella girar su cuerpo una vez más, transportándose así a uno nuevo donde todo era más amplio y acogedor que en el anterior.

En sus mundos, ella era el sol, la luna y las estrellas; ella era el cielo y el mar. En su baile, ella era admirada por todos pero reconocida por ninguno…

Una vez más sus brazos subían y bajaban, se estiraban buscando alcanzar algo intangible o se recogían abrazando el calor de su cuerpo. Sus piernas se extendían y se doblaban, siguiendo un compás que sólo ella conocía y podía apreciar. Una y otra vez… y otra vez….

Sin darse cuenta, el tiempo continuó su paso y nunca se olvidó de ella, pues ella nunca dejó de ser una mujer normal. Así, su largo y ondulado cabello comenzó a perder su color caoba, y sobre su piel comenzaron a asomarse arrugas cada vez más pronunciadas. Sin embargo; sus ojos… esos ojos del color del atardecer nunca dejaron de contemplar al cielo cada vez que ella alzaba sus brazos y estirando su pierna izquierda comenzaba a bailar.

Abrazando su soledad ella baila con su alegría, su tristeza y su sufrimiento, esperando que algún día las voces del silencio y del viento le canten canciones que la llenen de felicidad

Autor:kuroi

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