16 mayo 2011

La derrota

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La derrota

Ellos llegaron como solían hacerlo, con su cuerpo intangible vestido de sombras. Altivos, confiados… seguros. Una vez más comenzaba otra batalla, pero esta vez no hizo falta esperar hasta el final para saber que ya yo la había perdido.

Llegaron en silencio y con su mirada encontraron las grietas de mi alma. Una a una las reflejaron sobre mi cuerpo. Una a una reflejaron aquellas cosas que no tengo, cosas que nunca he tenido y que quizás nunca tendré… todas esas cosas que alguna vez soñé con tener. Una a una, su mirada contempló cómo se fue rajando mi piel, rasgando mi ropa y quebrando mis pies.

Meneando sus colas en el aire, ellos con tranquilidad se acercaron, mostrando sus colmillos plateados al hablar entre susurros sobre lo que no podré ser, de los sueños que frustraron y de cada uno de mis fracasos. Llegaron y con tranquilidad se acercaron contemplando las grietas extenderse sobre mi cuerpo hasta concentrarse alrededor de un punto sobre el lado izquierdo mi pecho.

Inútil, traté de escudarme con mis logros y aprendizajes pero ellos llegaron y con lástima extendieron sus brazos hasta que sus garras tocaron ese punto virgen y desolado sobre mi pecho, mostrándome así la recompensa vacía de mi soledad.

Un lamento furtivo se disolvió entre el silencio y con un último “crack” las grietas cedieron, liberando los fragmentos que se dejaron llevar por la gravedad.

Mis armas cayeron y mis manos también, y uno por uno los pedazos de mi cuerpo finalmente humedecieron el suelo.Autor:kuroi

28 febrero 2011

Las calles de mi memoria

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En las calles de mi memoria hay momentos añejos que viven en los recuerdos, momentos que se ocultan en sus casas y otros aventureros que prefieren pasearse por las aceras o correr sobre el pavimento.

Algunos de ellos disfrutan el sentarse bajo la copa de los árboles, algunos frondosos y otros no tanto, con su mirada perdida en el cielo y su cabeza apoyada en el tronco áspero y rugoso, pensando en recuerdos que sólo un recuerdo puede añorar. Pensando quizás en el tono gris de un cielo teñido en nostalgia.

En las calles de mi memoria hay muchos nombres, cruces e intersecciones, algunas de ellas familiares y otras que alguna vez lo fueron, pero que para bien o para mal siguen ahí, esperando no ser una víctima más del olvido.

En las calles de mi memoria hay un letrero que lleva tu nombre y una casa en la que solía vivir, de su magia sólo quedan varios marcos vacíos y una pila de tablones astillados pues el tiempo la ha cuidado más que yo. Su pintura de moho y cenizas custodian su historia pero yo sus recuerdos.

¿Cómo pudo tu mirada materializar el fuego que nos juntaba y esparcirlo en contra de nosotros?

¿Cómo pudo tu mano quebrar las bases que nos sostenían y sacudir nuestros cimientos?

¿Cómo pudo tu boca pronunciar las palabras que desgarraron el techo que nos protegía de los sollozos del viento y dejarnos a merced de aquella lluvia de lamentos?

¿Valió la pena? ¿De verdad?

En las calles de mi memoria el azul del cielo se rehúsa a dejar que las nubes lo oculten tras su manto, el sol brilla con gentileza y la luna sonríe con timidez al verme caminar, paso tras paso, sobre los reflejos que adornan el pavimento mojado de un camino que alguna vez transitéAutor:kuroi

31 enero 2011

El sabor de tus besos

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El sabor de tus besos
Foto original: Margot van der Meer


A veces no estoy seguro de lo increíble o irónico que resultó ser todo el tiempo que solía pensar en tus besos, en la textura de tus labios y en el sabor de tu boca, aquel sabor desconocido de tu piel.

Cuando te vi por primera vez pensé que tus besos serían como la limonada que sostenías entre tus manos, que la intensidad de tus besos llenaría el espacio vacío entre palabras que no se dicen, entre miradas cifradas y entre contactos exploradores que se preparan a cruzar los límites de lo conocido.

Ácidos y dulces, intensos y agresivos, así tenían que ser tus besos, provocativos y refrescantes en esos momentos en los que tu garganta te reclama por sed… aunque esta vez la represa de mi garganta no pudo hacer bien su trabajo y ahora mi cuerpo completo estaba sediento.

Pero mi cuerpo no podía decidirse de qué tenía sed, cada vez se antojaba de algo diferente. Unas veces pensaba que el sabor de tus besos era como el de la fresa, todavía ácidos, todavía dulces, pero además pícaros y juguetones al igual que el tono de tus labios. Otras, parecía antojarse de tu cabello ondulado, y así tus besos se tornaron sabor chocolate para que mis dedos podieran jugar con ellos, aún cuando no quitara la sed.

Con el tiempo tus besos se volvieron adictivos y pensar en uno solo se volvió en una faena imposible. Tus ojos, tu cuello, tus hombros, tus manos, tu cintura… cada parte y cada gesto tuyo inspiraban un sabor distinto, una idea y una justificación para que la sed que sentía mi cuerpo le reclamara a mi boca la falta de información sobre el tema.

Finalmente, no fue hasta que te escuché reír por primera vez que supe, casi con certeza, que tus besos eran dulces y sólo eso. Dulces.

Tus besos podían saber a cualquier cosa, cualquier cosa que tú quisieras, pero cuando por fin pude probar uno descubrí que tus besos sabían a nada, simplemente a nada, pues tus besos no eran para miAutor:kuroi