30 abril 2010

Víctor


Víctor

Él vivía en una cueva, o eso decía. Él era él, un hombre que, por orgullo o mala suerte quizás, vivía una vida llena de contraste e ironías que no muchos lograban apreciar. Diferente y único, simplemente… él.

Con sus cabellos ondulados y desteñidos por el pasar de los años, él se sentaba a observar las señales que el tiempo dejaba a su paso sobre las paredes de la cueva que enmarcaban su reino, un reino donde él era el Rey, el príncipe y el heredero de su único tesoro material, de esos puentes entre su pasado y presente. Un pasado que llevaba con orgullo como si de una corona se tratase, una corona oxidada y deteriorada por las marcas de sus errores pero que aún así esperaba el momento oportuno para deslumbrar con su hermosura oculta entre tanta aspereza.

Libros, y nada más libros, era lo que se guardaba en sus imponentes arcas imaginarias e invisibles.

Sin esperarlo, él se convirtió además en el guardián de aquella colección de textos escritos en inglés, francés, alemán, italiano o cualquier otra lengua foránea, distinta de su natal castellano, que le hacían recordar su rico ayer cultural.

Eran los libros los que lo alejaban del escándalo de los motores caraqueños que resonaban en su cueva y lo transportaban a esas sesiones musicales donde saboreaba la elaborada melodía de las obras de Bach o los armoniosos waltz de Tchaikovski.

O eran las novelas que leía las que le causaban reminiscencia de su pasado como artista, aquel donde asistía a festivales internacionales de teatro en una Venezuela que todavía consideraba libre, distinta, haciendo que olvidara aunque fuera por un minuto al rudimentario trono de plástico desde donde se sentaba cada día, con su báculo hecho de madera y con punta de goma, a ver los carros pasar más allá de la entrada de su cueva mientras esperaba a alguien que visitara la soledad de su reino con olor a papel y sabor a antaño.

Un visitante que, quizás, con suerte quisiera conversar un rato para así poder mostrarle su sonrisa incompleta oculta tras su bigote densamente poblado. Un visitante que más que turista fuera un aventurero, alguien que se atreviera a cruzar sus fronteras para explorar a su reino después de leer el aviso tácito que rezaba: “dejad atrás todos vuestros prejuicios, abrid vuestra mente y cerrar vuestros ojos, aquellos que disfrutan dejando escapar vuestros temores, sólo así podréis ver más allá de lo que enfrente de ti encontrarás”.

Sí, es cierto que él vivía en una cueva, una que él mismo cavó sin darse cuenta, sin ver al futuro, confiado en el presente. Por querer ser fiel a sí mismo él se aisló de muchas cosas pero nunca de la realidad ni de su identidad, pues de su cueva el único que no podía entrar y salir era él, ¿o es que alguna vez has escuchado de algún Rey que abandonara a su reino?

Después de todo, él dejó de ser muchas cosas para pasar a ser otras pero nunca dejó de ser lo que siempre fue. Al final, al igual que al principio, él era simplemente: Víctor.Autor:kuroi

1 Comentarios...:

The Dreamer dijo...

Este es la historia de un hombre que no me costó para nada entender... Excepto por el hecho que me lo imaginé en un Ancianato :P

En todo caso, a pesar que no es una historia como las demás, podría estar en medio de un libro de historias de unos 60 autores y de inmediato sabría que es tuya :)

Me gustó xD