06 marzo 2010

Gritos de silencio


Gritos de Silencio

Silencio es todo lo que alcanzo a escuchar oculto en ésta oscuridad incompleta, invisible parcialmente ante tus ojos mientras medito sentado sobre este suelo cubierto de hilos. Hilos color rojo como la sangre, extendidos a lo largo y ancho de la habitación trazando líneas curvas e infinitas que aparecen y desaparecen entre las sombras.

Silencio fue también todo lo que por un tiempo nunca hubo entre tú y yo. Tus gritos y tus reclamos. Mis quejas y mis protestas. Entre los dos, lo único que hacíamos era contaminar el ambiente de ruidos innecesarios con cada una de nuestras conversaciones transformadas en peleas verbales innecesarias…

Si tanto nos amamos, nunca pude entender ¿por qué no pudimos escucharnos el uno al otro? Si tanto nos quisimos, ¿por qué no pudimos entendernos del todo? Si tanto nos conocíamos, ¿por qué no pudimos decirnos todo lo que pensábamos con tranquilidad? ¿Es que acaso fue tanto nuestra ceguera que ya no nos veíamos aún cuando estábamos parados bajo la luz de nuestros ojos?

Muchas veces intenté decirte con señales las cosas que quería, las cosas que sentía… pero a éstas les faltaba resaltar más ante tus ideas, expectativas y preconcepciones. Otras veces, motivado por el deseo egoísta de luchar por lo que quiero, me animé a brincar el muro de miedo que había entre los dos para hacerte saber algunas de mis inquietudes, pero cada vez que lo hacía podía ver cómo de tu frente salía una delgada hebra rojiza que poco a poco se abría paso hacia el exterior, alargándose lentamente hasta que finalmente se desprendía de tu rostro para precipitarse con sutileza hacia el suelo en señal de dolor…

Por cada hebra que salía de tu frente otra salía de mi pecho. Con cada respuesta negativa de tu parte, una hebra se asomaba en la mitad superior de mi torso y, sin apuro, iniciaba su proceso de extracción y caída hasta llegar al suelo. Sin darme cuenta, después de cada conversación que sostenía contigo, enredados en torno a mis brazos o amontonados alrededor de mis pies se encontraban los hilos de frustración que escupía mi corazón.

Con el tiempo, el suelo de este lugar comenzó a tornarse rojo y sin darnos cuenta comenzamos a desenvolvernos sobre una alfombra delgada e irregular de dolor y frustración.

Aquí, sobre este lecho finamente acolchado, yo cierro las heridas que has ocasionado en mí, las heridas que yo mismo te di, y las heridas que sufrí gracias a mí. Con esta aguja y con estos hilos, yo coso el arma que nos hiere a los dos y sello mi dolor. Quizás así podamos llevarnos mejor.

Con cada puntada yo sabía que lo que te quiero decir no te gustaría. Con cada puntada yo sabía que al escuchar mis palabras dejarías de quererme… al menos tanto como decías hacerlo. Pero lo peor de todo es que, con cada puntada yo sabía que al mis pensamientos materializarse en palabras y salir de mi boca, éstas se transformarían en dagas que apuñalarían tu cuerpo, herirían tus expectativas y te causarían dolor, terminando los dos ahogados en tus hilos color rojo.

Una y otra vez, la aguja atravesó ésta tela de carne y con el rojo de sus hilos selló mis labios en una red de agujeros irregulares. Una red que atraparía el sonido de mi voz… Así, yo coso mi boca para que la próxima vez que discutamos sólo puedas escuchar mis gritos de silencio.



Autor:kuroi

0 Comentarios...: